Sigue los pasos del Flaco: De Cartero a Técnico de Fútbol
Capítulo 3 - Primeros Partidos, Primeras Caídas
Con unos botines prestados, el Flaco se animó a probarse en el club del barrio. Las primeras tardes fueron un suplicio. Los delanteros rivales lo fusilaban, la defensa era un colador, y él sentía que sus manos eran de manteca.
En los entrenamientos, se acordaba de Gatti: "No importa cuántos goles te hagan, importa que nunca dejes de tirarte". Así que se tiraba. Una y otra vez. Volaba sobre el barro, se raspaba los codos, se tragaba el polvo de la cancha de tierra.
Una noche, después de perder 5 a 0, se sentó en el vestuario, solo. El eco de las carcajadas rivales le retumbaba en la cabeza. Se vio en el espejo: flaco, ojeroso, las rodillas peladas. Dudó.
Al llegar a su casa, encontró un sobre amarillo. Gatti le había mandado una postal: "A mí me hicieron miles de goles, Flaco. Cada uno me hizo más fuerte. No aflojes".
Se acostó con esa frase ardiendo en el pecho. Se prometió volver a la cancha al día siguiente, más terco que nunca.