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Sigue los pasos del Flaco: De Cartero a Técnico de Fútbol

Capítulo 2 - El Flaco Bajo los Tres Palos

La rutina del Flaco cambió. Cada entrega para Gatti era excusa para quedarse un rato más. El Loco lo hacía patear penales con una pelota gastada. Al principio, el Flaco se tiraba tarde, torpe, sin reflejos. Gatti se reía, lo levantaba del suelo y le sacudía el polvo.

—Tenés que mirar la cadera, pibe. El pie engaña, la cadera nunca —le decía, con voz de profeta.

Un sábado lo invitó a la Bombonera. El Flaco no tenía camiseta ni bandera. Se paró detrás del arco, entre fotógrafos y alcanzapelotas. Veía a Hugo gritar, agitar los brazos como un loco. Cada atajada era un rugido que se mezclaba con el murmullo vibrante de la tribuna.

El olor a choripán, el cemento que temblaba, la hinchada que cantaba hasta desgarrarse la garganta. El Flaco sintió que su corazón palpitaba igual que ese estadio. "Algún día quiero estar ahí", pensó. No como espectador, sino dentro, bajo esos tres palos sagrados.

Después del partido, Hugo lo sentó en la escalerita del vestuario. Le dio una palmada y dijo:

—Vos podés. No importa de dónde vengas, Flaco. Si sos arquero de verdad, no tenés miedo ni a los goles ni a la vida.

El Flaco volvió a su barrio esa noche con el perfume agrio de linimento en la ropa. No durmió. Escuchaba su respiración mezclarse con los gritos de la hinchada que le quedaban vibrando en el oído.

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