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La Carta de Amor que Unió Dos Países en Bernardo de Irigoyen

Sinopsis: Un cartero de frontera se convierte en cupido cuando entrega una carta de amor que trasciende límites geográficos y políticos para crear una historia de amor verdadero.


Capítulo 1: El Cartero de la Frontera

El sol de enero caía implacable sobre las calles de tierra de Bernardo de Irigoyen, donde la línea invisible que separaba Argentina de Brasil era tan tenue como el humo del asado dominical. Don Ramón Herrera llevaba treinta años recorriendo esas mismas calles polvorientas, con su bolsa de cuero gastado colgando del hombro y el sombrero de ala ancha protegiéndolo del sol misionero.

Esa mañana, mientras organizaba las cartas en la oficina postal, una sobresaliente llamó su atención. El papel era de un color marfil delicado, con un aroma sutil a jazmín que contrastaba con el olor a humedad y tinta de los sellos. La dirección estaba escrita con una caligrafía elegante: "Señorita Isabella Santos, Rua das Flores 47, Dionísio Cerqueira, Brasil".

—Otra carta para el lado brasileño —murmuró don Ramón, ajustándose los anteojos de lectura. El remitente era "Eduardo Mendoza, Avenida San Martín 123, Bernardo de Irigoyen, Argentina". Conocía esa dirección; era la casa del joven profesor de música que había llegado al pueblo dos años atrás.

Don Ramón había visto crecer muchos romances en su carrera como cartero, pero había algo diferente en esta carta. Tal vez era la delicadeza del papel, o la forma en que el nombre de Isabella estaba escrito con tanto cuidado que las letras parecían danzar sobre el sobre. Guardó la carta en su bolsa con especial cuidado, como si fuera un tesoro frágil.

El camino hacia la frontera lo llevó por la calle principal, donde los comerciantes ya abrían sus negocios. Doña Carmen, la panadera, le gritó desde su puerta: "¡Don Ramón! ¿Lleva algo para mi hermana del otro lado?". Él negó con la cabeza, pero su mano se posó instintivamente sobre la carta de Eduardo.

Al llegar al límite entre los dos países, marcado apenas por un pequeño mojón de concreto y una calle que cambiaba de nombre, don Ramón se detuvo. Hacía esto todos los días, pero hoy sentía una responsabilidad especial. Esa carta no era solo correspondencia; era un puente entre dos corazones separados por algo tan arbitrario como una línea en el mapa.

Cruzó hacia territorio brasileño, donde su colega José da Silva ya lo esperaba con una sonrisa. "Bom dia, Ramón", lo saludó en su mezcla característica de portugués y español. Los dos carteros habían desarrollado una rutina perfecta a lo largo de los años: intercambiaban la correspondencia internacional con la precisión de un reloj suizo, pero también con la calidez de viejos amigos.

—Tengo algo especial hoy —le dijo don Ramón, extendiendo la carta de Eduardo—. Creo que esta podría ser importante.

José tomó la carta y la examinó con cuidado. Sus ojos experimentados reconocieron inmediatamente las señales: el papel fino, la caligrafía cuidadosa, el aroma delicado. "Carta de amor", murmuró en portugués, y ambos carteros intercambiaron una mirada cómplice.

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