Logo CodigoPostal.ar CodigoPostal.ar
La forma más facil de comprar criptomonedas

No te quedes afuera

Únete al mundo de las criptomonedas con Binance

Únete al mundo de las criptomonedas con Binance

Explora la Selva con el Cartero de las Cascadas: Una Aventura Postal

Capítulo 2: El Misterio del Sobre Sellado y la Agitación Animal

El aire en la selva, a medida que avanzaba la mañana, se volvía más denso y pesado, cargado de la promesa de una tormenta que se cocinaba a fuego lento en el horizonte. Don Pascual, a pesar de sus años, sentía la electricidad en el ambiente. Había algo diferente hoy, una inquietud que no solo percibía en el aire, sino también en el comportamiento de los animales.

En su bolso de cartero, entre un puñado de postales coloridas y una revista desactualizada, había un sobre. Era un sobre de papel grueso, sellado con cera roja, y dirigido a una expedición de biólogos que se había instalado en lo profundo del parque para estudiar la flora y fauna endémicas. La dirección era críptica, un conjunto de coordenadas y una descripción vaga: “Campamento Base, sendero del Cedro Rojo”. Don Pascual había entregado correo a esos científicos antes, pero este sobre en particular tenía un aura de urgencia que lo inquietaba.

Mientras se adentraba por un sendero apenas visible, la selva a su alrededor parecía volverse más salvaje. Los monos carayá, que usualmente lo observaban con indiferencia desde las copas de los árboles, hoy emitían gritos de alarma, sus llamadas resonando a través del follaje. Un grupo de tucanes, en lugar de dispersarse al verlo, volaba en círculos por encima de él, como si intentaran advertirle de algo. Don Pascual, un hombre que había aprendido a leer los signos de la naturaleza con la misma facilidad con la que leía una carta, sintió un escalofrío.

El camino se hizo más difícil, con raíces gruesas que se alzaban como serpientes petrificadas y lianas que colgaban como cortinas naturales. El sonido del agua, las Cataratas, se había atenuado, reemplazado por el crepitar de las hojas bajo sus neumáticos y el incesante coro de cigarras. Detuvo “La Mensajera” junto a un tronco caído y sacó una botella de agua, bebiendo a grandes sorbos. La humedad le pegaba a la piel y el sudor le corría por la frente, pero sus ojos estaban fijos en el camino por delante, buscando la familiar marca del sendero del Cedro Rojo.

De repente, escuchó un crujido seco entre los arbustos. Era un sonido diferente al de la fauna habitual, más pesado, más intencional. Se quedó inmóvil, con la mano sobre el manillar, escuchando. Un yaguareté, pensó. Pero el sonido era demasiado constante para un felino. Un ciervo, quizás. La incertidumbre lo puso en guardia. Sacó el sobre de su mochila y lo sostuvo en la mano, como si su peso pudiera darle una pista del misterio que contenía.

Prosiguió su marcha con más cautela, sus sentidos agudizados. La selva era un organismo vivo, y hoy se sentía enojada. Las hojas de las bromelias, usualmente de un verde vibrante, parecían más opacas. El aire, denso y cargado de polen, se sentía espeso en sus pulmones. Llegó a un claro donde un enorme cedro rojo se alzaba imponente, su tronco milenario sirviendo de hito. Este era el lugar. No había ninguna carpa visible, ni rastro del campamento.

Un sudor frío le recorrió la espalda. Los biólogos siempre eran meticulosos con sus indicaciones. ¿Se habrían ido? ¿O había pasado algo? El sobre en su mano se sentía más pesado, como si contuviera una verdad que la selva no quería revelar. Empezó a llamar, su voz resonando en el silencio repentino de la jungla. “¡Hola! ¡Hay correo! ¡Soy el cartero!” Solo obtuvo el eco de su propia voz.

Fue entonces cuando lo vio. Escondido bajo un montículo de hojas secas, casi imperceptible, había un pequeño cuaderno de campo. Lo levantó con cuidado. Las páginas estaban mojadas y algunas eran ilegibles, pero en una de ellas, escrita con una caligrafía apurada, leyó: “Amenaza inminente. Evacuación. El patrón del clima… anomalía… el ‘sobre’… vital…”. La palabra “sobre” estaba rodeada por un círculo. La agitación de los animales, el ambiente tenso, todo cobraba sentido. Había una amenaza, y este sobre era la clave.

Don Pascual miró el sobre sellado con nuevos ojos. ¿Qué contenía que era tan vital? ¿Y por qué el campamento había sido abandonado tan abruptamente? La brisa empezó a soplar más fuerte, agitando las copas de los árboles, y las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, grandes y pesadas, golpeando las hojas con un sonido de tambor. No podía entregar el sobre a nadie aquí. Tenía que llevarlo de vuelta, averiguar qué estaba pasando. La responsabilidad pesaba sobre sus hombros, no solo como cartero, sino como protector de ese pequeño trozo de información vital.

⬅ Anterior Siguiente ➡