Entregas con Alma: Una Historia de Mendoza

4. Recuerdos que Perduran

Mientras encendía la moto y me incorporaba al tráfico de la avenida, la imagen de la señora en el banco permanecía en mi mente. Su mirada transformada, la leve sonrisa en sus labios... Fue un instante fugaz, pero de esos que se graban en la memoria sin que uno se lo proponga. No creo que ella sepa el impacto que tuvo ese breve encuentro en mí.

Para ella, seguramente fui solo un cartero más, un joven amable que le dedicó unas palabras bonitas. Pero para mí, fue un recordatorio de la belleza que se puede encontrar en lo cotidiano, en las personas que uno cruza en el camino. Fue una pequeña pausa poética en mi jornada laboral, una confirmación de que a veces, un simple cumplido sincero puede tener un poder transformador.

En mi trabajo como cartero, recorro cada día las calles de Godoy Cruz, llegando a distintos barrios y conociendo diferentes personas. Cada entrega es una pequeña conexión, un breve intercambio. A veces son solo firmas y saludos rápidos, otras veces se dan conversaciones más largas, como la que tuve esa mañana junto al café de la obra social.

Siempre he tratado de ser respetuoso y amable con quienes me encuentro en mi ruta. Me gusta buscar el bienestar de los demás, dejar una impresión positiva en cada persona que conozco. Creo que incluso en los trabajos más rutinarios, como el mío, se puede marcar una diferencia con una actitud positiva y una palabra amable.

Además de mi trabajo como cartero, mi otra pasión es la tecnología. En mis ratos libres, estudio informática y disfruto mucho programando. Es una actividad que me desafía intelectualmente y me permite conectar con un mundo de ideas nuevas y posibilidades. Pero a pesar de mi interés por la lógica y los códigos, nunca he dejado de lado mi lado creativo y mi sensibilidad hacia las pequeñas cosas de la vida.