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El Cartero que Salvó Corazones en Tiempos de Pandemia

2. Cuando el Mundo se Detuvo

El decreto llegó como un rayo en cielo despejado. "Aislamiento social, preventivo y obligatorio", leyó Carlos en el papel que le entregó su supervisor postal. Las calles de Oberá, que siempre habían sido un río de vida, se convirtieron en arroyos secos de asfalto y silencio.

"Los servicios esenciales continúan", explicó el jefe de correos, "pero todo cambió, Carlos. Ahora no solo llevás cartas... llevás la única conexión que muchos van a tener con el mundo exterior".

Durante los primeros días, Carlos sintió el peso de la responsabilidad como nunca antes. Las calles vacías devolvían el eco de sus pasos, y los pocos transeúntes que encontraba caminaban con la mirada baja, cubiertos con barbijos improvisados. El aire mismo parecía cargado de miedo.

Fue en su segunda semana de ruta durante la cuarentena cuando escuchó el llanto. Venía de la casa de doña Esperanza, una mujer de ochenta años que vivía sola desde que su esposo murió hace cinco años. Carlos se acercó a la ventana y la vio sentada en su sillón, con una carta en las manos y lágrimas rodando por sus mejillas.

"Disculpe, doña Esperanza", dijo Carlos a través del vidrio, "¿está todo bien?"

La anciana levantó la vista, y sus ojos reflejaban una soledad que Carlos nunca había visto antes. "Es de mi hijo de Córdoba", susurró, "dice que no puede venir por el virus. Hace dos semanas que no veo a nadie, Carlos. Tengo miedo de que si me pasa algo, nadie se va a enterar".

Esa noche, Carlos no pudo dormir. Las palabras de doña Esperanza resonaban en su cabeza como una campana que no dejaba de sonar. María Elena lo encontró en la cocina, tomando mate en silencio.

"¿Qué te pasa, amor?", le preguntó, sentándose a su lado.

"María Elena", dijo Carlos después de un largo silencio, "creo que mi trabajo cambió. Ya no soy solo un cartero. Soy lo único que conecta a estas personas con el mundo, y no sé si estoy preparado para esa responsabilidad".

Su esposa le tomó la mano, áspera y cálida. "Vos siempre fuiste más que un cartero, Carlos. Ahora el mundo te necesita para que seas lo que siempre fuiste: un mensajero de esperanza".

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