El cartero que repartía libros en Eldorado
Capítulo 5: La biblioteca bajo el árbol
Con la primavera, Ramiro encontró un ceibo grande junto al camino rural. Bajo su sombra, colocó un banco improvisado con tablones y ladrillos. Allí comenzó a dejar libros para que cualquiera pudiera tomar uno y dejar otro a cambio. Los niños llegaban en bicicleta, descalzos, cargando cuentos enrollados en bolsas de tela.
Pronto, bajo el árbol, las risas se mezclaban con el crujir de páginas. Julián, ahora un lector voraz, ayudaba a otros a elegir qué leer. "Este es de aventuras. Este tiene dragones. Este habla de cartas de amor", decía mostrando orgulloso los lomos gastados.
Ramiro se sentaba en su bicicleta, observando. A veces dejaba un libro escondido detrás de una rama, como un secreto esperando ser descubierto. Otras veces, escuchaba a escondidas cómo los niños leían en voz alta, dándole sentido a cada página viajera.
El supervisor nunca volvió. Los padres comenzaron a reunirse bajo el árbol, trayendo café y bizcochos. La ruta postal se transformó en una ruta de sueños encuadernados.
Ramiro, el cartero de Eldorado, entendió que una carta lleva noticias, pero un libro lleva mundos enteros. Y en cada sobre, en cada buzón, en cada palabra escrita, había siempre espacio para una historia más.