El cartero que repartía libros en Eldorado
Capítulo 4: La tormenta y la carta perdida
El verano trajo lluvias feroces. Ramiro cubría sus libros con bolsas de arpillera y plástico. Una tarde, mientras cruzaba el puente de madera sobre el arroyo Grande, una ráfaga lo sorprendió. La caja se abrió y varios libros volaron como pájaros asustados.
Desesperado, saltó del sillín y corrió detrás de las páginas empapadas. Entre el lodo encontró una carta sin abrir, con la tinta corrida. "Doña Marta" decía el sobre casi ilegible. Sintió un nudo en la garganta: había prometido nunca perder una carta.
Volvió empapado a la oficina, secando cada hoja bajo un ventilador viejo. La carta, sin embargo, estaba arruinada. Decidió ir a verla en persona. Golpeó la puerta con los nudillos mojados. "Doña Marta, traía una carta, pero…".
Ella lo interrumpió con una sonrisa. "No te preocupes, Ramiro. Esa carta era de mi hijo. Ya me llamó por teléfono. Lo que importa es que sigas trayendo esos libros para Julián".
Ramiro sintió cómo se le deshacía el peso del pecho. Comprendió que a veces una carta podía perderse, pero las historias que repartía no. La bicicleta oxidada temblaba bajo la lluvia, pero resistía. Igual que su promesa.