El cartero que repartía libros en Eldorado
Capítulo 2: La carta sin sello
Al día siguiente, Ramiro metió entre las cartas un pequeño libro de cuentos. Lo envolvió con una cinta roja y lo deslizó en el buzón de Julián. No dejó remitente. Cuando regresó por la tarde, vio al niño en la entrada, sosteniendo el librito como si fuera un tesoro. "Gracias, cartero", gritó Julián, pero Ramiro solo levantó la mano y siguió pedaleando.
Pronto, otros niños comenzaron a preguntar: "¿Me traerá algo a mí?". Ramiro se dio cuenta de que la noticia corría de boca en boca más rápido que cualquier carta. Preparó una caja de madera que sujetó detrás de su bicicleta. Con cada parada, dejaba cartas y recogía sonrisas, intercambiando libros por promesas de cuidarlos y devolverlos.
Una tarde, al llegar a la casa de doña Marta, encontró una nota sin sobre ni sello: "Gracias por el libro. Lo devuelvo pronto. Julián". Ramiro guardó la nota en su bolsillo, con un orgullo que ninguna carta certificada podría igualar.
El viento de Eldorado empezó a llevar rumores del cartero que traía historias. Los vecinos comenzaron a dejar donaciones: novelas viejas, enciclopedias polvorientas, cuentos para colorear. Ramiro convirtió su pequeña oficina postal en un santuario de páginas amarillas y portadas desteñidas.
Pero sabía que no todos veían con buenos ojos su biblioteca improvisada. Un supervisor de la oficina central visitaría pronto, y la idea de libros mezclados con cartas podía no ser bien recibida.