El Cartero que Cambió el Destino de Franco Colapinto en Pilar
Capítulo 4: La Crisis del Cartero
El plan de Roberto funcionó durante varias semanas. Logró interceptar tres cartas más que habían sido mal dirigidas, todas conteniendo información crucial para Franco: fechas de pruebas, requisitos médicos, y detalles sobre alojamiento en Europa.
Pero una mañana lluviosa de marzo, mientras Roberto clasificaba la correspondencia matutina, su mundo se desmoronó. Don Carlos se acercó a su escritorio con expresión grave, sosteniendo una carta oficial.
"Roberto", dijo don Carlos en voz baja, "tenemos un problema".
La carta era una queja formal de la familia Colapinto. Según el documento, Franco había perdido una oportunidad importante porque una carta con información sobre una prueba de manejo nunca había llegado a sus manos.
"Pero yo le entregué todas las cartas", protestó Roberto, sintiendo como el suelo se abría bajo sus pies.
"Esta carta nunca pasó por tus manos", respondió don Carlos, mostrando una copia del sobre. "Fue enviada directamente a una casilla postal que Franco había solicitado para su correspondencia deportiva. Una casilla que él nunca nos informó que tenía".
Roberto se sintió mareado. En su esfuerzo por proteger la correspondencia de Franco, había creado un sistema paralelo que paradójicamente había causado exactamente lo que trataba de evitar.
"¿Qué va a pasar ahora?", preguntó Roberto, su voz apenas un susurro.
"Hay una investigación interna", respondió don Carlos. "Tu trabajo está en riesgo, Roberto. Manipular la correspondencia, incluso con buenas intenciones, es una falta grave".
Esa tarde, Roberto caminó lentamente por las calles de Pilar, cada paso pesado como plomo. Las casas familiares que había conocido durante décadas ahora parecían juzgarlo silenciosamente. El aroma a asado de los domingos se mezclaba con el aire húmedo posterior a la lluvia, pero Roberto no podía disfrutar de nada.
Cuando llegó a la casa de los Colapinto, Franco estaba sentado en el escalón de entrada, con la cabeza entre las manos.
"Franco", llamó Roberto suavemente.
El joven levantó la vista, y Roberto vio lágrimas en sus ojos. "Don Roberto, perdí la oportunidad. No recibí la carta a tiempo".
Roberto sintió como si un puño le apretara el corazón. "Franco, yo... yo traté de ayudar. Pero creo que empeoré las cosas".
Franco lo miró con confusión, y Roberto supo que había llegado el momento de confesar todo.