El Cartero Francés que Conquistó su Sueño en el Mundial de Clubes
5. El Mundial de los Sueños
El aeropuerto de Ezeiza nunca había parecido tan grande y aterrador. Pierre caminaba junto a Eduardo, cargando una maleta pequeña que contenía toda su ropa decente. El corazón le latía tan fuerte que estaba seguro de que los demás pasajeros podían escucharlo.
"¿Estás seguro de que quieres hacer esto?", le preguntó Eduardo por décima vez mientras hacían la fila para documentar. "París es muy diferente a Buenos Aires".
"Señor Santander, hace tres semanas yo era un cartero que apenas podía pagar el alquiler. Hoy estoy subiendo a un avión para ver al PSG en el Mundial de Clubes. Si esto es un sueño, no me despierte", respondió Pierre con una sonrisa que le ocupaba toda la cara.
El vuelo fue una experiencia surreal. Pierre había volado en primera clase, había comido comida que no sabía pronunciar, y había visto películas en una pantalla personal. Pero nada de eso se comparaba con la sensación de estar volando hacia el lugar donde había nacido su bisabuelo, hacia la tierra que llevaba en la sangre sin haberla conocido nunca.
París los recibió con una lluvia fina y un cielo gris que a Pierre le pareció el más hermoso del mundo. Eduardo había reservado un hotel cerca de los Campos Elíseos, pero lo primero que hicieron fue tomar el metro hacia el estadio Parque de los Príncipes.
"Allí está", susurró Pierre cuando vio la estructura imponente del estadio emerger entre los edificios. "Allí está mi catedral".
El partido era al día siguiente, pero Pierre quería caminar alrededor del estadio, tocarlo, sentirlo real. Eduardo lo siguió en silencio, observando cómo este hombre humilde vivía el momento más importante de su vida.
"¿Sabes qué es lo más extraño de todo esto?", le dijo Eduardo mientras compraban souvenirs en una tienda oficial del PSG. "He viajado por todo el mundo, he visto maravillas increíbles, pero nunca había sentido la emoción que veo en tus ojos ahora".
Pierre se probó una camiseta oficial del PSG, algo que había soñado durante años. "Es porque usted viajaba escapando de algo. Yo estoy viajando hacia algo".
La noche del partido, Pierre se despertó a las cinco de la mañana. No podía dormir de la emoción. Se puso su camiseta nueva del PSG y se miró al espejo. El hombre que lo observaba desde el reflejo ya no era el mismo cartero humilde que había salido de Buenos Aires. Era alguien que estaba viviendo su sueño más grande.
El estadio estaba lleno de colores, cánticos y una energía que Pierre nunca había sentido. Cuando los jugadores del PSG salieron al campo, Pierre gritó con una voz que no reconocía como suya. Eduardo lo miraba con una sonrisa paternal, disfrutando más del espectáculo de ver a Pierre disfrutar que del partido mismo.
En el minuto 73, cuando Mbappé marcó el gol del triunfo, Pierre abrazó a Eduardo con lágrimas en los ojos. "Gracias", le susurró al oído. "Gracias por darme la vida que nunca supe que quería".
"Gracias a ti por salvarme la vida que no sabía que valía la pena vivir", respondió Eduardo, y por primera vez en años, él también lloró de felicidad.
Al regresar a Buenos Aires, Pierre volvió a su trabajo como cartero, pero ya no era el mismo hombre. Llevaba París en el corazón y una amistad inesperada con Eduardo que había cambiado ambas vidas para siempre. Cada mañana, cuando se ponía su uniforme azul, recordaba que los sueños más grandes a veces llegan disfrazados de cartas urgentes y actos de bondad.