El Cartero Fantasma: Secretos entre Cartas y Lluvia
Capítulo 2: Cuarenta Años de Silencio
El año 2027 llegó a Misiones con la misma humedad sofocante de siempre, pero con algo nuevo en el aire: historias que los viejos del pueblo contaban en voz baja, cuando creían que nadie más escuchaba. Mercedes Vega, periodista de Buenos Aires, había llegado al pueblo de San Javier siguiendo el rastro de una investigación sobre desapariciones inexplicables en la región.
"¿El cartero fantasma?", preguntó don Ramón, el actual jefe de correos, cuando Mercedes le mostró las notas de su investigación. "Sí, claro que conozco la historia. Esteban Morales desapareció una noche de tormenta en 1987. Nunca encontraron su cuerpo, ni su bolsa, ni las cartas que llevaba." El hombre se quitó los anteojos y los limpió lentamente. "Pero eso no es lo extraño, señorita. Lo extraño es lo que pasa cuando llueve."
Mercedes sintió un escalofrio recorrer su espalda. Había escuchado rumores en Buenos Aires, historias fragmentadas que hablaban de un cartero que aparecía en las noches de lluvia, pero siempre las había descartado como folklore rural. Sin embargo, estar aquí, en el mismo lugar donde Esteban había desaparecido, le daba a todo una dimensión diferente.
"Cuénteme", le dijo, sacando su grabadora. Don Ramón miró el aparato con desconfianza, pero finalmente asintió. "Desde hace unos diez años, tal vez más, la gente empezó a reportar cosas extrañas. Cartas que aparecían bajo las puertas en noches de tormenta, cartas que nadie había enviado por correo oficial. Al principio pensamos que era algún bromista, pero..."
"¿Pero qué?", insistió Mercedes, inclinándose hacia adelante. "Las cartas contenían información que solo el destinatario podía conocer. Secretos familiares, direcciones de parientes perdidos, fechas importantes que nadie más recordaba. Y todas estaban firmadas con la misma caligrafía: la de Esteban Morales."
Esa noche, Mercedes se instaló en la pensión de doña Olga, una mujer de sesenta años que había conocido personalmente a Esteban. "Era un hombre bueno", le dijo mientras le servía un mate. "Nunca se casó, decía que las cartas eran su familia. Conocía los secretos de medio pueblo, pero jamás los reveló. Era como un confesor, pero con bolsa de cuero y uniforme azul."
"¿Usted cree que realmente aparece?", preguntó Mercedes, sintiendo cómo la lluvia comenzaba a golpear suavemente contra las ventanas. Doña Olga se quedó callada un momento, mirando hacia la ventana. "Yo recibí una carta hace tres años. Una noche como esta, con tormenta. Encontré un sobre bajo mi puerta a la mañana siguiente. Adentro había la dirección de mi hermana, de la que no sabía nada hacía veinte años."
"¿Y era correcta la dirección?", Mercedes sentía cómo se le aceleraba el pulso. "La encontré viviendo exactamente donde decía la carta. Nos reconciliamos antes de que muriera. Fue... fue como si alguien me hubiera dado una segunda oportunidad." Los ojos de doña Olga se llenaron de lágrimas. "Si eso no es cosa del más allá, no sé qué puede ser."
Mercedes se quedó despierta hasta muy tarde, escuchando el sonido de la lluvia contra el techo de chapa. Algo le decía que esta investigación la llevaría mucho más lejos de lo que había imaginado.