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El Cartero del Monte: Cartas que Cambian Destinos en Misiones

Capítulo 4: Sombras en Los Naranjos

El sendero hacia Los Naranjos se hacía más estrecho y serpenteante. Tormenta caminaba con cautela, sus cascos encontrando el equilibrio perfecto en el terreno irregular. Roberto se aferraba a la cintura de Martín, y ambos mantenían silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

A medio kilómetro de la chacra, Martín detuvo el caballo. Había visto algo que no encajaba: un auto sedán gris estacionado detrás de unos árboles, claramente fuera de lugar en esa zona donde solo llegaban vehículos todo terreno. "Espere aquí", le susurró a Roberto, desmontando con cuidado.

Se acercó al vehículo manteniéndose oculto entre la vegetación. Por las ventanillas pudo ver papeles dispersos en el asiento trasero y una carpeta abierta con fotografías. Una de ellas mostraba a una mujer que reconoció inmediatamente: Esperanza, pero mucho más joven. Otra foto mostraba a un hombre que se parecía mucho a Roberto.

"¿Qué está haciendo?", preguntó una voz áspera a sus espaldas. Martín se dio vuelta y se encontró con un hombre alto, vestido con traje oscuro y zapatos de ciudad, exactamente como había descrito don Ramón. "Soy el cartero de la zona", respondió con calma, aunque su corazón latía aceleradamente.

"Perfecto", dijo el hombre con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Necesito que me ayude a encontrar a una mujer llamada Esperanza Moreira. Tengo documentos importantes para ella". Martín notó que el hombre llevaba una pistola en su cinturón, mal disimulada bajo la chaqueta.

"No conozco a nadie con ese nombre", mintió Martín. "Llevo años trabajando aquí, y nunca he oído hablar de los Moreira". El hombre lo estudió con desconfianza. "¿Está seguro? Tengo información que indica que vive por esta zona".

"Quizás se equivocó de lugar", insistió Martín. "Esta es una zona muy extensa, y muchas familias usan nombres diferentes a los que aparecen en los documentos oficiales". El hombre parecía considerar sus palabras cuando otro individuo, más joven y nervioso, se acercó desde la dirección de la chacra.

"No está en la casa", reportó el segundo hombre. "Pero hay señales de que alguien vive ahí. Ropa tendida, fuego reciente. Debe haber salido hace poco". Martín agradeció silenciosamente que Esperanza no estuviera en casa, aunque se preocupó por su paradero.

"Volveremos mañana", decidió el hombre del traje. "Y usted", señaló a Martín, "si sabe algo sobre los Moreira, le conviene colaborar. Esto es un asunto legal, pero puede volverse desagradable si no encontramos lo que buscamos".

Martín asintió con expresión neutra, aunque por dentro hervía de indignación. Cuando los hombres se marcharon, corrió de vuelta hacia donde había dejado a Roberto. "¿Escuchó todo?", preguntó. Roberto asintió, pálido como un fantasma.

"No son abogados", dijo Roberto. "Son cazadores de herencias. Gente que encuentra herederos para quitarles sus derechos por una fracción del valor real. Mi hermana está en peligro".

"Entonces tenemos que encontrarla antes que ellos", respondió Martín montando nuevamente. "Conozco otros lugares donde podría estar. Pero primero necesitamos leer esa carta del hospital. Algo me dice que contiene la clave de todo esto".

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