El Cartero del Monte: Cartas que Cambian Destinos en Misiones
Capítulo 2: Secretos en el Sendero
El instinto de Tormenta nunca fallaba. A cincuenta metros del sendero, Martín divisó una figura humana sentada contra un árbol de cedro. Era un hombre joven, de unos treinta años, con la ropa desgarrada y una herida en la frente que había dejado de sangrar hacía horas. Sus ojos, del color de la miel, se abrieron cuando escuchó los cascos del caballo acercarse.
"¿Está bien, amigo?", preguntó Martín desmontando con cuidado. El hombre intentó incorporarse, pero una mueca de dolor cruzó su rostro. "Me caí de la moto anoche", explicó con voz ronca. "Iba a la chacra Los Naranjos, pero me perdí en la oscuridad".
El corazón de Martín se aceleró. Los Naranjos era el hogar de Esperanza, la destinataria de la carta misteriosa. "¿Conoce a la señora Esperanza?", preguntó mientras ofrecía su cantimplora al desconocido. El hombre bebió con avidez antes de responder: "Soy Roberto Moreira... su hermano".
La revelación cayó como un rayo. Esperanza nunca había mencionado tener un hermano, y Martín conocía bien su historia. "Creía que estaba muerta", continuó Roberto, secándose las lágrimas que habían comenzado a brotar. "Hace veinte años que no sé nada de ella. Cuando supe que vivía acá, vendí todo lo que tenía para venir a buscarla".
Martín sintió el peso de la carta en su bolsa. Ahora entendía por qué el sobre del hospital le había causado tanta inquietud. "Venga conmigo", dijo ayudando a Roberto a subir a Tormenta. "Pero antes debo hacer algunas entregas. Esperanza será la última".
Durante el recorrido hacia la chacra de los Benítez, Roberto le contó su historia. Habían crecido en un orfanato de Posadas después de que sus padres murieran en un accidente. Cuando cumplieron dieciocho años, los separaron y perdieron contacto. Él se fue a trabajar a Buenos Aires, mientras que Esperanza desapareció sin dejar rastro.
"¿Qué lo trajo de vuelta?", preguntó Martín, aunque tenía el presentimiento de que ya conocía la respuesta. Roberto le mostró una carta arrugada, idéntica a la que llevaba en su bolsa. "Llegó a mi trabajo hace un mes. Alguien me estaba buscando, y necesitaba encontrar a mi hermana urgentemente".
El misterio se hacía más profundo. Alguien había estado buscando a los hermanos Moreira, y Martín era el mensajero involuntario de un reencuentro que podría traer tanto alegría como dolor. El olor a eucalipto llenaba sus pulmones mientras procesaba la información, y el trote rítmico de Tormenta parecía marcar el compás de una historia que estaba a punto de desarrollarse.
"¿Sabe por qué alguien los buscaría después de tanto tiempo?", preguntó finalmente. Roberto guardó silencio durante varios minutos, y cuando respondió, su voz temblaba: "Creo que tiene que ver con una herencia que nunca supimos que existía. Nuestros padres tenían tierras que nadie reclamó".