El Cartero del Monte: Cartas que Cambian Destinos en Misiones
Sinopsis: En las selvas de Misiones, un cartero a caballo descubre que sus cartas ocultan secretos que podrían destruir familias enteras o salvarlas para siempre.
Capítulo 1: El Peso de las Cartas
El rocío de la madrugada cubría los helechos gigantes cuando Martín Aguirre ensillaba a Tormenta, su caballo alazán de quince años. El olor húmedo de la tierra roja se mezclaba con el aroma del café que había dejado enfriándose en la mesa de la pequeña oficina postal de San Pedro. Sus manos curtidas por años de trabajo acariciaron el pelaje del animal mientras revisaba la voluminosa bolsa de cuero que cargaba cada día.
"Hoy tenemos trabajo, viejo compañero", murmuró al oído de Tormenta, quien relinchó suavemente como si entendiera la importancia de su misión. La bolsa contenía treinta y siete cartas, cuatro paquetes pequeños y una encomienda más grande que había llegado desde Buenos Aires. Cada sobre llevaba la esperanza, el dolor o la alegría de alguien.
Martín llevaba doce años recorriendo los senderos serpenteantes que conectaban las chacras dispersas en el monte misionero. Conocía cada árbol, cada piedra, cada familia que vivía en esas tierras donde el asfalto nunca había llegado. El roce áspero de las ramas contra sus brazos ya no le molestaba, y el canto de los pájaros le servía de guía mejor que cualquier GPS.
Al revisar la correspondencia, un sobre en particular llamó su atención. Era más grueso que los demás, con el papel amarillento por el tiempo y una caligrafía temblorosa que decía: "Para Esperanza Moreira - Chacra Los Naranjos - Urgente". El remitente era de un hospital de Posadas, y el peso del sobre le hizo sospechar que contenía algo más que una simple carta.
"¿Qué secretos llevas hoy, Martín?", se preguntó en voz alta, una costumbre que había desarrollado durante sus largos viajes solitarios. Tormenta movió las orejas, como si también estuviera intrigado por la pregunta.
El primer destino era la chacra de los Benítez, a dos horas de cabalgata por el sendero principal. Pero antes de partir, Martín sintió un nudo en el estómago. Había algo en esa carta para Esperanza que lo inquietaba. La conocía desde niña, y sabía que vivía sola con su hijo adolescente desde que su marido había desaparecido en el monte hace cinco años.
"Vamos, Tormenta. Que el día decida qué secretos nos toca descubrir", dijo montando con la agilidad de quien había repetido ese gesto miles de veces. El caballo emprendió el trote conocido, y ambos se adentraron en la selva misionera, sin saber que esa jornada cambiaría para siempre la vida de varias familias.
El sol comenzaba a filtrarse entre las copas de los árboles cuando Martín sintió que Tormenta se ponía nervioso. El animal había detenido su paso y movía la cabeza de un lado a otro, como si percibiera algo que su jinete aún no había notado. El silencio inusual de la selva los rodeaba, y solo se escuchaba el crujir de las hojas secas bajo los cascos del caballo.