Descubrí la carta perdida que cambió una vida en Posadas

Capítulo 5: El cartero y la promesa

Antes de irse, Julián se quedó un rato en la galería, conversando con Héctor sobre Clara, sobre cartas que no llegan a tiempo, sobre la vida misma.

Héctor trajo un álbum de fotos. Entre páginas descoloridas, mostró imágenes de una Clara joven, de sonrisa amplia, de brazos abiertos. Cada foto era un pedazo de memoria rescatada.

—Te agradezco, hijo. Lo que hiciste hoy... —dijo Héctor, con voz serena—. Cumpliste con algo que ni sabía que necesitaba.

Julián sonrió, mirando su bicicleta apoyada en la vereda. Por primera vez entendió que ser cartero no era solo repartir cuentas y folletos. Era unir historias que el tiempo y el polvo intentan enterrar.

Cuando se despidieron, Héctor sostuvo la carta contra su pecho, como un amuleto. Julián se prometió a sí mismo revisar cada rincón de la oficina postal. Quizás hubiera más cartas olvidadas, más palabras esperando llegar a destino.

Montó su bicicleta y se alejó por la calle ancha, mientras el sol caía tras los árboles. Llevaba consigo algo más que un uniforme y una bolsa de reparto: llevaba la certeza de que a veces, una carta perdida puede devolver la paz que ni el tiempo pudo borrar.