Descubrí la carta perdida que cambió una vida en Posadas
Capítulo 4: El mensaje del pasado
Héctor invitó a Julián a pasar. La casa olía a madera vieja y a café recién hecho. Se sentaron a la mesa de la cocina, mientras Héctor sostenía la carta como un relicario.
Con manos temblorosas, rompió el sobre. La hoja estaba amarillenta, pero las letras seguían claras, firmes, como si Clara hubiera escrito ayer.
—«Querido hermano...» —leyó Héctor en voz alta, conteniendo la emoción—. «Sé que estás enojado conmigo, pero quiero que sepas que siempre te quise. Ojalá un día podamos arreglarlo. Te espero en casa, cuando quieras.»
El silencio se llenó de zumbidos de moscas y del tic-tac de un reloj antiguo. Héctor se tapó los ojos con la mano. Un par de lágrimas se escaparon por entre sus dedos arrugados.
—No sabía que me había escrito —dijo, la voz entrecortada. —No supe nunca... Pensé que se había ido sin querer verme.
Julián respiró hondo. Sentía el peso de la carta en su pecho, como si esa tinta cargada de arrepentimiento y amor lo atravesara también a él.
—Nunca es tarde para perdonar —se atrevió a decir. Héctor lo miró, sorprendido por la certeza de ese joven cartero que apenas conocía.
En ese instante, Héctor sintió que una vieja espina se aflojaba dentro de su pecho. La carta, llegada tarde, había hecho su trabajo.