Descubrí la carta perdida que cambió una vida en Posadas

Capítulo 2: Buscando a Héctor

Las calles de Posadas ardían bajo el sol del mediodía. Julián pedaleaba su bicicleta de reparto, la misma que había heredado de su padre, también cartero. Cada pedalada levantaba un polvo que se pegaba a su frente sudada.

Preguntó en el almacén de don Eusebio, en la ferretería de la esquina y en la panadería que perfumaba la cuadra con olor a pan recién horneado. Nadie recordaba a un tal Héctor Paredes.

—¿Y esta carta? —preguntó doña Marta, la panadera, con las manos blancas de harina.

—Debe ser importante. Está fechada hace veinte años —respondió Julián, sin abrir el sobre, como si custodiara un tesoro frágil.

—Tal vez lo encuentres en el barrio Belgrano. Ahí vivían varios Paredes, aunque hace tiempo que se fueron muchos —dijo Marta, limpiándose las manos en el delantal.

Con esa pista, Julián siguió su recorrido. Cada timbre que tocaba era un golpe de esperanza. Su corazón latía con una mezcla de ansiedad y algo más: un sentimiento de deber que iba más allá del uniforme y la bicicleta.

Al caer la tarde, Julián llegó a una casa de rejas oxidadas, donde un hombre mayor regaba un par de malvones. Su espalda encorvada y el cabello canoso parecían sostener años de historias. Julián tragó saliva y se acercó.