Descubrí cómo una encomienda salvó una cosecha entera
Capítulo 3 - Bajo la tormenta imprevista
El sol apenas asomó antes de ocultarse tras nubarrones densos. Evaristo miró el cielo, calculando. Sintió el viento húmedo golpearle la cara. La tormenta llegaba antes de lo previsto.
Los primeros truenos retumbaron mientras cruzaba el arroyo, empujando la bicicleta con una mano, cuidando la bolsa de cuero con la otra. El agua le calaba los zapatos. Se detuvo un segundo para revisar que la encomienda siguiera seca, protegida bajo el abrigo improvisado de bolsas plásticas y trapos.
Recordó una carta vieja de su padre, que aún guardaba entre páginas de un libro. 'El deber no siempre respeta reglas', decía esa carta. Evaristo nunca supo si su padre hablaba del trabajo en el ferrocarril o de algo más profundo. Pero ahora, bajo la lluvia que tamborileaba sobre su sombrero de paja, entendía cada palabra.
Volvió a montar, ahora sobre un barro espeso que amenazaba con tragar las ruedas. Cada pedalada era una lucha. Cada trueno, un rugido que le erizaba la piel. Pensó en darse por vencido, refugiarse bajo algún galpón y esperar a que pasara la tormenta. Pero no podía. Ramón lo esperaba. La tierra lo esperaba.
Un relámpago iluminó el camino de ripio. Evaristo avanzó. Cada gota fría le quemaba la espalda, pero la bolsa seguía segura. Dentro, las semillas dormían, ajenas a la tempestad.