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Descubre la Ruta de la Yerba Mate: Un Cartero en Apóstoles

Capítulo 3: La Vieja Sabiduría Desentierra la Verdad

El amanecer siguiente, Don Ramón se dirigió a la chacra del Doctor Elías Salgado con una mezcla de nerviosismo y optimismo. El viejo agrónomo, a pesar de su reclusión, emanaba una autoridad silenciosa. Subió a la moto de Ramón con sorprendente agilidad para su edad, llevando consigo una vieja lupa y una libreta de notas gastada. “Lléveme a la plantación más afectada, Ramón,” le indicó. “Quiero ver el corazón del problema, no los casos aislados.”

Ramón eligió la finca de los Pérez. La desolación en los ojos de Don Luis era palpable al ver el avance de la enfermedad. “Buenos días, Don Luis,” saludó Ramón. “He traído al Doctor Salgado, un experto en estas cuestiones.” Don Luis miró al Doctor con escepticismo inicial, pero la presencia de Ramón le dio una pizca de confianza. El Doctor Salgado, sin perder tiempo en formalidades, se adentró en los yerbales, sus ojos escrutando cada planta con una intensidad metódica.

Se agachó, tocó las hojas amarillas, examinó el envés y el tallo con su lupa. Ramón y Don Luis lo observaban en silencio, conteniendo la respiración. El Doctor Salgado no era un hombre de muchas palabras, pero cada uno de sus movimientos revelaba años de experiencia. Arrancó unas cuantas hojas, las frotó entre sus dedos y aspiró su aroma. Luego, se acercó al suelo, tomó una muestra de tierra y la examinó cuidadosamente, incluso probando una pequeña cantidad con la punta de la lengua. Ramón, que había visto muchos agrónomos, nunca había presenciado un análisis tan íntimo con la tierra.

Después de casi una hora de inspección silenciosa, el Doctor Salgado se irguió, limpiándose las manos en su pantalón. Su rostro, antes hermético, mostraba una mezcla de confirmación y preocupación. “No es una plaga ni una enfermedad común, Don Luis,” comenzó el Doctor, su voz grave y resonante. “Es algo más sutil, pero igualmente devastador. Una deficiencia mineral severa. Años de monocultivo sin una reposición adecuada de nutrientes en el suelo. Y lo que es peor, veo signos de un uso excesivo de ciertos fertilizantes químicos que, a largo plazo, están matando la vitalidad de la tierra.”

Don Luis se desplomó un poco al escuchar las palabras, pero la claridad en la explicación del Doctor Salgado le dio una nueva perspectiva. “Pero, ¿cómo? Siempre hemos seguido las indicaciones de la cooperativa sobre el abono,” preguntó con voz quebrada. “Y las cartas que nos envían con las directrices…” El Doctor Salgado asintió. “Esas directrices son para un manejo general, no para las particularidades de cada suelo. Cada parcela es un mundo. La tierra está agotada. Y los químicos solo han enmascarado el problema, agravándolo a largo plazo.”

El Doctor Salgado continuó explicando con una pasión contenida. “Necesitan rotación de cultivos, abonos orgánicos, y un análisis de suelo detallado para cada sector. Es un trabajo a largo plazo, Don Luis. Pero es la única forma de recuperar la salud de su tierra y, por ende, de sus yerbales.” Don Luis escuchaba con atención, una chispa de esperanza encendiéndose en sus ojos. Ramón, por su parte, se sentía aliviado. La vieja sabiduría del Doctor Salgado había arrojado luz sobre el problema, aunque la solución fuera compleja y exigiera un cambio radical.

Antes de irse, el Doctor Salgado le dio a Don Luis una serie de recomendaciones iniciales y le prometió enviarle un plan más detallado. “No será fácil, pero la tierra es generosa si la cuidamos,” le dijo. Ramón agradeció al Doctor Salgado profundamente. En el camino de regreso, el silencio entre ellos no era tenso, sino pensativo. “Su intuición fue correcta, Ramón,” dijo el Doctor Salgado. “Este problema es más profundo de lo que muchos creen. Y requerirá un cambio de mentalidad en la forma de cultivar la yerba.”

Al día siguiente, la noticia de la visita del Doctor Salgado y su diagnóstico empezó a correr como reguero de pólvora entre los productores. Algunos estaban aliviados; otros, escépticos. La Cooperativa Central, que había estado enviando cartas con soluciones genéricas, se vio bajo una presión creciente. La jefa de la oficina de correos, Doña Rosa, recibió varias cartas de productores pidiendo apoyo para implementar las recomendaciones del Doctor Salgado. El buzón estaba lleno de correspondencia que reflejaba un nuevo nivel de urgencia.

Fue entonces cuando Don Ramón, consciente de la urgencia y la necesidad de acción coordinada, tuvo otra idea. No bastaba con entregar las cartas y esperar. Decidió organizar una reunión informal con los productores más afectados y el Doctor Salgado, con el objetivo de compartir el diagnóstico y trazar un plan de acción. Era una iniciativa audaz para un simple cartero, pero la crisis exigía medidas extraordinarias. Habló con Doña Rosa, quien, después de un momento de vacilación, le dio su apoyo. “Hazlo, Ramón,” le dijo. “A veces, las soluciones vienen de donde menos se esperan.”

Ramón pasó los siguientes días entregando cartas con la invitación a la reunión, explicando la urgencia de la situación. La respuesta fue abrumadora. La esperanza que el Doctor Salgado había encendido era un faro en la oscuridad. La sala comunal de Apóstoles, donde solían celebrarse las fiestas del pueblo, se preparó para acoger un encuentro que podría cambiar el futuro de la yerba mate en la región. Don Ramón, el cartero que un día solo entregaba correspondencia, se había convertido sin saberlo en el catalizador de un cambio crucial. El conflicto inicial de la “hoja amarilla” estaba ahora en el centro de la atención, y la comunidad estaba unida por un propósito común: salvar su tierra y su tradición.

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